Tus versos los convertí en arte,
de los poemas que me escribiste a besos,
entre las coplas con las que plasmaste mi alma.
Tu poesía grabada en mi cuerpo,
sin miedo explorabas mi universo,
y tu tinta en mi paladar sabía a libertad.
(De fronteras, de clase, de traumas, de mi)
Motivada por tu esencia curativa
con mi pincel pretendo reflejar
los colores que tu mirar me viste
Y así quererme como me quisiste;
o entender ese amor que llegaste a asegurar.
Vago, loco, sabio, aventurero.
Maldito bohemio de las alas plasmadas.
De las alas que me acogían,
que me enseñaban a volar,
que de esta nomada te volviste hogar
aún sabiendo que hecharía a volar.
¿Cabrón, qué me hiciste?
¿Fue tu cigarrillo que derribó mis muros?
Porque entre todos los poetas,
eres tú el sentimiento que me inspira.
Y mientras escribo esta carta, es ironía,
que escuche tu voz recitar.
Pues te volviste el espejo que me pinta sonrisas,
el antes y después de la tempestad,
el temor de conformarme a migajas,
y el primer ‘te quiero’ de mis labios y de mis oidos escuchar.
Lucifer, ¿aún dudas del pedestal en que te tengo?
Pues soy solo otra musa más entre tus musas.
Capturaste más que el corazón,
mirando por la ventana de mis ojos.
Y en mis ojos se quedó tu rostro
que busco en los ojos de otros.
Y el amor que tenía por los viejos recuerdos
se terminan hoy entre los limites de este último lienzo.
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